Eran las siete y media de la mañana, y Kanon Gemini, iba y venía en el interior del Café Sounion. Hacía poco más de año y medio, que había inaugurado la pequeña cafetería, y la verdad le estaba yendo bastante bien.
Mientras se encargaba de los últimos detalles antes de abrir, charlaba en voz alta, sólo para él, a pesar de que el repostero y su ayudante estaban en la cocina.
-¿Podrá ser? ¿Quién puede saber?
Había despertado sintiéndose ligero, alegre, y esas sensaciones no lo habían abandonado.
-Algo viene… y tengo el presentimiento de que será algo muy bueno. Tal vez está tan sólo a la vuelta de la esquina, o justo enfrente. No se… pero pronto pasará.
El cocinero se asomaba de vez en cuando, era extraño que hablara sólo, siempre había considerado medio loco a su jefe, pero hoy su actitud confirmaba sus sospechas.
-Una especie de milagro ocurrirá, si soy paciente, sucederá. No se que será pero… será genial, eso si. Cambiará mi vida, sin duda…
Dieron las ocho y el café abrió sus puertas a sus fieles clientes. Su dueño preparó café durante horas como venía haciendo desde que inició el negocio. Realmente le gustaba preparar esa aromática y deliciosa bebida, en todas sus variaciones y estilos.
Y así pasó todo el día, esa alegría y ligereza no lo abandonaron en ningún momento, por más cansado que se sintiera. Pero cuando estaba pesando en cerrar, pues ya habían pasado más de veinte minutos sin que alguien entrara, comenzó a pensar que su presentimiento no había sido del todo atinado.
Antes de echarle cerrojo a la puerta, decidió lavar la jarras de café americano y descafeinado, cuando la campanilla que anunciaba la llegada de un cliente repicó.
-Buenas noches ¿todavía puedo ordenar algo?
-Claro – el peliazul volteó a ver al último cliente del día.
Un hombre alto y de complexión atlética. Con cabello corto, rubio dorado, cejas realmente pobladas, que en realidad le daban un aire bastante interesante y eran un excelente marco para unos ojos color ámbar. Se acercó a la barra y tomó asiento en el banco más próximo.
-Quiero un café moka, con doble shot de esperesso, y leche deslactosada.
-Seguro, ¿caliente o frío?
-Caliente, y con leche espumada en la superficie, en lugar de crema batida.
-Ok, ¿alguna otra especificación?
El rubio negó con la cabeza, clavando su mirada sin disimulo alguno en el atractivo dueño del café.
-¿Cuál es tu nombre? – al percatarse de que el cliente lo miraba extraño, Kanon se apresuró a aclara el motivo de su pregunta – Es política del Café personalizar los vasos y tazas de nuestros clientes con estas etiquetas. Anotamos su nombre, ¿ves?
Kanon mostraba la taza con la etiqueta que recién había colocado, en la otra mano sostenía un plumón.
-Entiendo…- dijo el rubio esbozando una sutil, media sonrisa – Radamanthys. Lo deletreo si quieres…
-No hace falta, se como se escribe. – decía mientras anotaba – Es de origen mitológico: Radamanthys, hermano mayor de Minos, rey de Creta; elegido para ser uno de los tres jueces del Hades…
-Sabes de mitos, ¿eh?
-Entre otras cosas.
Kanon, anotó el nombre en la taza, y comenzó a preparar con habilidad la bebida solicitada. Midió la doble dosis de café espresso, cubrió el fondo con chocolate líquido, espumó la leche. Una vez listo, puso la taza frente al cliente, también colocó una cuchara envuelta en una servilleta, y una fuente con sobres de diferentes tipos de endulcorantes.
Radamanthys miraba intrigado al peliazul. De todos los lugares posibles, una cafetería de modesta envergadura, era el último lugar en donde pensó encontrar a alguien, que conociera a detalle el origen de su nombre. Desde que tenía uso desazón, había vivido deletreando como se escribía y explicando su origen.
-¿Puedo ofrecerte algo más? ¿Un biscocho, una galleta…?
-Así está bien, gracias.
Después de asentir con la cabeza, se dio vuelta, para seguir con su labor de limpiar las jarras de cristal.
-Aunque… no me vendría mal, si me acompañaras con un café…
-Ser cliente de mi propio negocio… - se aproximó a la barra, recargando sus brazos en ella.
-¿Qué hay de malo? No hay más comensales, casi terminas de limpiar… No veo el inconveniente… eh…?
-Kanon.
-Un gusto, Kanon – dijo elevando la taza en forma de saludo, para luego llevarla a sus labios.
Iniciaron una charla casual. Resultó que ambos, eran bastante afines, y les parecía muy agradable la compañía del otro. De pronto, Radamanthys, se quedó callado, sujetando la taza con ambas manos.
-Todo el día he tenido la sensación de que algo viene. Que algo muy bueno aguarda por mi… que en cualquier momento pasará. – miró fijamente al pelizaul - Y de hecho creo ya pasó justo en el momento que entré por esa puerta. Suena estúpido, ¿verdad?
-¿Crees en el destino? – Kanon lo miraba con una amplia sonrisa. Acto seguido le contó que él, había tenida esa sensación todo el día. – También, creo que sucedió, en el momento que llegaste a mi Café…
Radamanthys meneó su cabeza y de su boca escapó una risa ligera.
Ese grato sonido, fue lo último que se escuchó, antes de que la puerta del Café Sounion se cerrara y sus cortinas bajaran.
FIN
¡estuvo genial sigue así no todos tienen esa sensación de especial, me gusto mucho espero y publiques mas ya que esta pareja es mi favorita!
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