En una de las zonas más alejadas, del centro vital del Santuario, Saga abrió la puerta de la humilde cabaña, y después de cerciorarse que nadie lo siguió, entró.
-¡Saga! ¡Viniste a verme! - Kanon abrazó con fuerza a su hermano mayor, su voz infantil reflejaba la inmensa felicidad que sentía.
-Te prometí que lo haría, en cuanto terminara mi entrenamiento. – acarició con afecto el rostro de Kanon.
Los gemelos, se miraron y sonrieron al mismo tiempo. A sus doce años, aun eran un espejo perfecto, el uno, del otro.
-Ven, te preparé algo para cenar – tomó de la mano a su gemelo y lo llevó hasta la mesa desvencijada. – Tenía el presentimiento que hoy cumplirías tu promesa, supongo que es la conexión que hay entre nosotros.
-Kanon, ¿de donde sacaste todo esto? - tenía frente a él, un par de platos con una abundante ración de arroz y lo que parecía ser un intento de sublaki de cerdo. Una jarra de barro despostillada, con lo que parecía vino rebajado con agua, complementaba la cena.
-Lo robé – contestó con cierto grado de vergüenza.
-¡Sabes que eso está mal!
-Sino lo hiciera, ya me habría muerto de hambre, Saga – un ligero temblor recorrió su cuerpo delgado – Yo no existo, ¿recuerdas? Sigo aquí por compasión, supongo. Pero, no tengo libertad para ir y venir, y el soldado idiota, que asignaron para atender mis necesidades, desaparece durante días.
Saga abrazó a su hermano, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se sentía tan culpable, y aunque, hacía todo lo que estaba en sus manos por hacer la vida de Kanon más llevadera, había días o semanas en las que no podía escapar de su riguroso entrenamiento, ni de su maestro; era entonces, cuando su hermanito sufría grandes carencias.
-No te pongas triste – el menor sentía la aflicción de su gemelo, pasó su mano por el cabello, que ya alcanzaba la altura de los hombros, igual que el suyo, y se separó – Pese a lo que dicen, soy fuerte, soy un sobreviviente.
Saga lo miró, y poco a poco una sonrisa se dibujó en su rostro. Admiraba la fuerza de espíritu de su gemelo, y la entereza con la que afrontaba su adversa vida. Muchas veces llegó a pensar que era mucho más apto que él, para ser el futuro caballero de Géminis.
-¡Vamos! La cena se enfría, y ya no tengo leña, para recalentarla.
No dijeron más, y se dispusieron a disfrutar de los alimentos que Kanon, había preparado con tanta ilusión. Sorprendido, Saga descubrió que su hermano, cocinaba mucho mejor que muchos adultos que conocía. Y también descubrió con agrado, que el vino estaba endulzado con miel de abeja, se preguntó en donde la habría conseguido.
-¡Bueno, muy bueno!
-¿En serio?
-Si, vendré a cenar, más seguido – rió un poco.
-No me extrañaría, tu maestro, cocina horrible. – Kanon hizo una mueca cómica de desagrado.
-¿Cómo sabes? - Saga entrecerró los ojos – Robaste comida de la casa de Géminis.
El menor de los gemelos se limitó a sonreír con descaro.
Después de cenar, ambos niños lavaron los platos, jugaron un poco, salpicándose con el agua. Habían pasado un par de semanas desde la última vez que se habían visto, y la felicidad por estar juntos era inmensa.
Al estar separados, sentían angustia, miedo y un vacío enorme, que amenazaba con transformarse en peligrosa oscuridad.
En cierto momento, durante su juego, Kanon atrapó a Saga contra la pared, cerca de su cama.
-¡Vaya! Parece que el futuro caballero de Géminis, está perdido. – acercó su rostro más al de su hermano y encerró fuertemente entre sus brazos.
-¡Ya, Kanon! ¡Suéltame! – se revolvía, para tratar de liberarse.
-¡No! Hasta que me digas la contraseña – rió divertido, ante la mirada enojada de Saga.
-Estamos muy grandes para eso…
-Entonces no te dejo ir.
-Aish, está bien…- agregó en un susurro- Te amo.
-Dilo fuerte, me gusta oírlo fuerte - sonrió con picardía.
-Te amo, ¡te amo! – gritó al final.
-¡Y yo te amo a ti! ¡Mucho!
Se miraron en silencio, sus corazones henchidos, por la sinceridad de sus palabras, y la felicidad provocada por ellas.
Kanon cerró los ojos y sintió a su hermano acercar su rostro, sus labios se rozaron, suaves, dulces. Mordiscos pequeños se dieron uno al otro, y sus manos comenzaron a explorar sus cuerpos. Respingaban al acariciar ciertos lugares, sensaciones placenteras y nuevas para ellos los recorrían. Ya antes se habían besado, y se sintió bien, pero esto era diferente, mas intenso, abrumador.
-Kanon…
-Saga…Siento…Siento que algo recorre mi cuerpo – las mejillas del menor estaban encendidas – Hace calor… Y siento que me quemo…aquí. – colocó su mano encima de su sexo, por encima de sus pantalones.
-¿También lo sientes? – Saga llevó su mano al mismo lugar en su cuerpo - ¿Y si es algo malo?
-No. Se…se siente…bien. No puede ser malo, porque se hace mas fuerte, cuando pienso, en lo mucho que te amo.
Sus labios se unieron nuevamente, y sus cuerpos estaban tan juntos, como si pretendieran volverse uno sólo, nuevamente.
-¡Que carajos hacen!
Asustados por el inesperado grito, los gemelos se separaron, Kanon dio un salto hacia atrás y Saga chocó contra la pared a su espalda.
-¡Maestro!
-¡Esto es inaceptable! ¡Incesto! – el hombre tomó a Kanon por el cabello, y lo arrastró a la puerta de la cabaña – ¡Sabía que era un error mantener con vida, a este engendro!
-Por favor maestro, deténgase. – Saga se colgaba de su brazo, para tratar de detenerlo -¡Lo lastima!
El maestro no se detuvo, hasta llegar a la casa de Géminis. Arrojó a Kanon al suelo, y le dio una patada en las costillas.
-¡No! – Saga encendió su cosmos - ¡Basta! ¡Déjelo tranquilo!
-¡No hagas las cosas más graves de lo que ya son! – lo miró con furia - ¿Qué crees que diría el Patriarca, al enterarse? ¡Un futuro caballero dorado, que ha cometido actos obsenos e incestuosos!
En ese momento, el poderoso cosmos de Shion, se hizo presente en templo de los gemelos. Con paso lento, y seguro, el Patriarca entró y se detuvo frente la hombre y los dos niños.
-¡Por Athena, Alcander! ¡Detente ya!
-Su santidad – Saga redujo sus cosmo energía y se arrodilló, como mandaba el protocolo.
Alcander, hizo lo mismo, y Kanon se incorporó con dificultad, pero no se arrodilló.
-Tranquilo, Saga – el patriarca, le habló cordial.
-¡Este engendro, está sembrando el mal, en mi aprendiz!
-¡No es cierto!¡No es como él dice! – Kanon estaba de pie, se sujetaba el costado, adolorido, por la patada recibida – ¡Sólo fue un beso!
-¡Eres un demonio, no tienes redención! - Alcander, lanzó un golpe, pero el gemelo menor, lo detuvo con ambas manos.
-Kanon… - Saga se levantó, para apartar a su hermano, pues su maestro, comenzaba a elevar su cosmos.
-¡Basta Alcander! – advirtió Shion con toda su autoridad – Existen otras maneras, son unos niños. Estoy seguro, que ya se han dado cuenta, que hicieron mal.
-¡Yo no he hecho nada malo!
-Kanon… no.
-¿Lo ha escuchado, Santidad? No permitiré que este demonio, contamine a mi aprendiz. ¡Le pido, que expulse a Kanon, del Santuario!
Saga abrazó con fuerza a su hermano, y Kanon miró desafiante al Patriarca.
-Meditare, cual es la mejor solución, a este problema. – Shion dio media vuelta y se encaminó a la salida del templo. – Kanon, regresa a tu cabaña.
Ya entrada la madrugada, Saga, estaba acostado en su cama, sin poder dormir. Lloraba en silencio, presa de la angustia, y el miedo de perder a su hermano.
De pronto, la puerta de su habitación se abrió y alguien se deslizó hábilmente en el interior.
-Saga…
-Kanon, ¡por los dioses! – se levantó y corrió a cerrar la puerta, para luego acercarse a su gemelo - ¿Qué haces aquí? Si te descubren…
-Ya no dejaré que controlen mi vida, y mi destino. – tomó a Saga por los hombros – Me voy, y tú vas a venir conmigo.
Saga no contestó, el asombro se reflejaba en sus ojos. Dudó, y después de un incomodo silencio, que pareció dura siglos, habló.
-No… no puedo hacer eso.
-¡Saga! Ellos quieren separarnos… ¿No te importa?
-¡Claro que me importa! Pero…mi vida está aquí. Conseguiré la armadura de géminis, y entonces…
Kanon retrocedió unos pasos, negando con la cabeza, incredulo.
-N…no – miró a su hermano suplicante - ¿Y que hay, con lo que pasó entre nosotros? ¿Con nuestra contraseña? Dijiste que me amas, me lo dijiste muchas veces. Y que siempre estaríamos juntos.
-¡Kanon, trata de entenderme! – el mayor se abrazó a su hermano – Estás en mi corazón, pero el maestro tiene razón. Lo que hicimos está mal, nuestro amor tiene que ser de hermanos, no…no así.
-No puedo creerlo. – se apartó, sus ojos llenos de lágrimas – Me mentiste… ¡Eres un hipócrita! ¡Cobarde! Creí que me amabas…
-¡Te amo! ¡Ese es el problema! – volvió a envolverlo en sus brazos, y lloraba al igual que su gemelo – ¡Esto es malo, y no debo ceder... ni tú tampoco!
-¡Aléjate de mi! – Kanon, lo apartó de un empujón, que dejó asombrado al mayor, por la fuerza que demostró – No te reconozco. Éramos iguales, y ya no… Te comportas como un santurrón, pero no eres un santo. ¡No lo eres! ¡Y no eres mejor que yo!
El menor salió de la habitación, corrió y corrió, hasta desaparecer de toda vista. Saga permaneció en la casa de géminis, no fue tras su hermano. Lloró con el corazón roto y dividido, entre su deber, y el inmenso, pero prohibido amor, que sentía por Kanon.
Después de esa noche, nada se supo del menor de los gemelos. Saga lo buscó por todas partes, pero no encontró.
Dos años, transcurrieron, y fue entonces, que Kanon se presentó ante su hermano nuevamente, pero había cambiado, permitió que la maldad se apoderara de su corazón, para mitigar el dolor que el rechazo de Saga, le había causado, y juró que le haría sentir el mismo dolor.
Saga también cambió, encerró sus sentimientos y se dedicó a cumplir con su deber, sin claudicar. Y cuando su hermano habló de conspiración, y de asesinato, no dudó. Le dio el peor de los castigos, que un traidor puede recibir, en el Santuario, morir en la prisión de Cabo Sounion. Kanon cumplió su venganza, Saga sufrió lo indecible, al condenar a muerte a su muy amado gemelo, y su alma se fragmentó desencadenando la serie de eventos conocidos por todos.
Tuvieron una ocasión para, olvidar, perdonar, y confesarse, que el amor, que surgió en su infancia, ni la locura, ni el odio, ni la muerte, habían podido acabar con el. Pero nuevamente el destino conspiraba por separarlos, al presentarlos frente a frente, en supuestos bandos contrarios.
Sus almas gritaban, morían por entregarse uno a los brazos del otro, pero la vergüenza, y el remordimiento, le impidieron a Kanon, incluso mirar de frente a su gemelo; y una vez más Saga optó por cumplir con su deber y dejar de lado, sus sentimientos por su hermano.
Pero el amor no puede ser ignorado eternamente, y no hay humano en la tierra, inmune a sus efectos. Así que, cuando el fin, había llegado para ambos, el alma de Kanon se unió a la de Saga, en un último sacrificio, y volvieron a ser uno, como al principio de su existencia.
Athena, con su misericordiosa bondad, recompensó a sus caballeros, sus vidas fueron devueltas. Un nuevo despertar, un nuevo inicio, para vivir, para amar.
En el centro del salón principal de la Casa de Géminis, Saga y Kanon se reencontraron. Ninguno se movió, ni habló, sus miradas, fijas en el insondable verde de sus ojos. Lágrimas, que rompieron con la inmutable espera. Una mano que se extiende, anhelante, tratando de alcanzar a su igual. Pasos que acortan la distancia; y al fin, un abrazo desesperado, cargado de perdón, aceptación, y amor.
-Nunca vuelvas a dejarme…
-Jamás.
En una humilde cabaña, en una cama, que tal vez, era demasiado pequeña para ambos, los gemelos descansaban, desnudos, uno en brazos del otro. Saga jugaba con el largo cabello de Kanon, y este, recostado sobre el pecho de su gemelo, acariciaba, con ternura su firme abdomen.
En la mesa desvencijada, habían quedado olvidados los platos, los vasos, la jarra, de la cena, que Kanon había preparado.
Su ropa, esparcida por la pequeña habitación.
-¿Quién podría creerlo? – Kanon hablaba en un suave murmullo – Definitivamente estamos destinados a estar juntos. Tal vez los dioses, no ven tan mal, nuestro romance, después de todo, ¿eh?. No me ven, como a un engendro, obseno e incestuoso, como decía Alcander – rió con ganas, al recordar las palabras del maestro.
-Shhh… - Saga se sentó, y lo ayudó a incorporarse, colocó sus dedos sobre la boca del su gemelo – No bromees con eso, sabes que no me gusta.
Kanon comenzó a besar los largos dedos, y luego la palma. Saga cerró sus ojos disfrutando de la sensación que ese gesto despertaba en él.
Amanecía, el cielo, tenía un color púrpuras y en el horizonte, aparecían los primeros rayos de sol.
-¡Vamos! Apresúrate, quiero ver el amanecer desde el risco – el mayor trató de levantarse.
-Tú no vas a ningún lado, hasta que me digas la contraseña. – Kanon hizo un guiño de manera juguetona.
-¿Otra vez?
-Si…
-¿Cuántas veces deseas oír que te amo?
-Nunca serán suficientes – ambos rieron, tal vez, recordando su infancia, justo el momento, en que ese juego había empezado.
El menor, se impulsó, para alcanzar los labios de su amado, este lo recibió gustoso, y se perdieron en un largo y profundo beso. Que dio paso a caricias, que encendieron nuevamente el deseo y las ganas de poseer ese cuerpo idéntico al suyo.
¿Y el amanecer? Bueno, ya habría otros amaneceres, que podrían contemplar juntos, desde los riscos. Pues en ese mpmento, no había nada más hermoso, que probar, la efectividad de su contraseña.
FIN